viernes, 13 de mayo de 2011

No olvidar sonreír…

…pienso, en medio de tanto caos, de tanta guerra, de tanto odio.
Sabemos, o creemos saber, como (no) funciona el mundo. Que un puñado de hombres  (y digo hombres y no mujeres por nuestro viejo y no tan querido machismo) lo manejan todo, que somos títeres en el teatro de la codicia, de la ambición, del poder. Que ellos deciden, dicen y hacen por nosotros, por todos nosotros.
Que los gobiernos no importan, que son mascaras que cubren las verdaderas caras: las grandes corporaciones.
Que la gente no importa, sino el dinero, ese nuevo viejo dios que la religión del capitalismo viene alabando hace ya un tiempo.
Que al fin y al cabo todo lo que sucede es parte de un enorme plan siniestro que nos excede ampliamente, del que no tenemos la menor idea y que nos llevará a nuestra (parece) tan ansiada autodestrucción.
Que la paz es una palabra y que la guerra es un hecho ¿será que en la guerra canalizamos el odio que tenemos contra el otro? ¿Tenemos odio contra el otro?
Me gusta pensar que no. Que vivimos un engaño más fantástico que el de Disneylandia. Que vivimos anestesiados, que no podemos (o queremos) darnos cuenta que nosotros mismos generamos los males de los que nos quejamos.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y déjenme decirle que adhiero completamente y que no halló dicho mas preciso. Hemos perdido muchas cosas, pero no la esperanza. Y esta esperanza no debe quedar en la palabrería, esta esperanza debe ser alimentada día a día de la manera en la que uno le parezca más conveniente.
Sonriamos, riamos, amemos, abrazemos, cantemos, bailemos. Como canta una querida banda de música “hay que arrancarle una risa a este guapo dolor”.
Todos queremos, o decimos querer, el cambio. Pero ese cambio nunca lo lograremos por el camino de la resignación (camino que la gran mayoría adopta a partir de una cierta época de su vida) y de la aceptación.
Yo no se manejar un rifle ni tampoco me interesa aprender a hacerlo, allá quienes piensen que esa es la vía de cambio. Pienso que el verdadero cambio, el de los valores, ha de alcanzarse, justamente, no perdiéndolos sino reivindicándolos en nuestros actos: compartamos un mate, amemos a una mujer/hombre, juguemos juntos, lloremos juntos, riamos juntos, trabajemos juntos.
No olvidemos sonreír, no dejemos que nos quiten esa esperanza de la que tanto se habla, ni tampoco dejemos que nos quiten su complemento más inmediato: la alegría. Otra conocida canción versa “no se puede vivir del amor”. Quizás no, materialmente hablando. Pero quien piense que se puede vivir sin amor, no es otra cosa que una triste y desamparada alma en pena.
La vida es un regalo, no seamos maleducados rechazándolo. Démosle un buen uso, cuidémoslo, apreciemos su belleza. Algunos nacemos con todo, otros con nada. Algunos mueren con todos, otros con nada. Está en cada uno morir teniéndolo todo aún siendo el más pobre de los pobres. Porque no hay miseria mas atroz, que la miseria del alma.
Un pequeño príncipe apareció en un hotel de Nueva York en 1943 y le sacó la sonrisa a más de uno diciendo la verdad más verdadera de todas las verdades.
Si, adivinaron: “lo esencial es invisible a los ojos”. No se toca, no se compra ni vende, no se adquiere. Se tiene, se cuida, se disfruta.
Démosle la mano a la alegría y que ni la peor de las tempestades permita que la soltemos. 

1 comentario:

  1. muy muy bueno, algo así debería ser la tendencia mundial de pensamiento!

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