jueves, 14 de marzo de 2013

Sobre Francisco I


Es por todos conocido que desde hace siglos la iglesia católica viene sembrando millones de fieles alrededor del globo sea por convicción o por imposición. Por este motivo, la mayoría de las naciones adoptaron al cristianismo como su religión oficial – en realidad, en todos los casos el culto católico antecedió a la fundación de los estados nacionales modernos, sobre todo en Latinoamérica. La Argentina nació siendo un territorio en el que Jesús tenía tanto o más poder que cualquier gobernante venidero.

La iglesia como institución

Históricamente la iglesia fue catalogada de conservadora o “derechista”. Sin necesidad de recordar los años de la inquisición o de las guerras santas, es vox populi que se trata de una institución muy ortodoxa que, a través del imperio de la palabra del señor, busca adoctrinar a su manera a todos sus fieles. Sin buscar que estos comentarios resulten peyorativos para los creyentes, se trata justamente de creer o no creer. Quienes no estamos de acuerdo con el proceder histórico de la iglesia no buscamos defenestrar a los católicos, quienes genuinamente buscan un refugio en la palabra santa, sino que cuestionamos las verdaderas intenciones de los altos mandos de la institución y de la doctrina – medieval, a nuestro entender – que siguen transmitiendo a toda costa.
La iglesia coqueteó con el poder desde siempre en nuestro país, ya sea durante gobiernos democráticos, ya sea durante los gobiernos de facto. No es de extrañar que durante la última dictadura militar, muchos curas y demás autoridades eclesiásticas hayan sido acusados y/o condenados por haber sido cómplices de tan nefasto proceso. La iglesia busca mantener  el orden existente, divino y natural según dicen. Los militares buscaban lo mismo, así como muchos políticos y ciudadanos que temían una reproducción de las revoluciones comunistas e “izquierdistas” que hubo a lo largo del siglo pasado. No debió ni debe extrañar a nadie la consonancia entre estos actores sociales en tiempos como los vividos en los 70 – y antes también. Claro que siempre hay excepciones, como las del hoy por hoy renombrado y recordado padre Mugica.

El papa argentino

El nuevo papa, el argentino Jorge Bergoglio, bautizado como Francisco I es aclamado, idolatrado, respetado y amado en todo el mundo. En los medios se refleja un típico exitismo por tener un papa de nuestra nacionalidad y también un gran asombro por el “sencillo estilo de vida” que mantenía antes de asumir como sumo pontífice; las crónicas dicen que viajaba en transporte público para ir a las villas, que era austero, que vivía en un departamento sencillo, entre otras adulaciones. Muchos tildan a Bergoglio como un cura villero, siempre preocupado por los desposeídos y por las injusticias sociales. Fue conocido por muchos cuando, en reiteradas oportunidades, se enfrentó con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner al denunciar el actual estado de “desigualdad social”. Pero también conocido fue por levantar las banderas de una suerte de nueva cruzada santa contra los herejes que querían una legislación para que personas del mismo sexo se pudiesen casar o para que las mujeres pudieran decidir sobre su cuerpo y su vida. Tampoco esto ha de extrañar a nadie: antes de ser papa, Bergoglio era la autoridad máxima de la iglesia católica nacional, por lo que no hizo más que defender la ortodoxia que históricamente caracterizó al clero.


Ahora bien, distinto tinte toma la cuestión cuando introducimos el factor “política” en el medio. Y este es el aspecto más controversial del actual papa. Por un lado, acérrimos defensores del “modelo nacional y popular” liderado por la actual presidenta, se oponen fuertemente a la figura de Francisco I. En la mayoría de los casos se lo repudia por haber sido “cómplice de la última dictadura militar”, pero también por haber estado del lado del campo durante los días de la 125, por oponerse a las ya citadas leyes del aborto y del matrimonio igualitario, por ser confesor de varios líderes de la oposición y, por sobre todas las cosas, por manifestar su descontento públicamente contra el accionar del actual gobierno. Si hacemos un poco de memoria, podemos recordar lo que pasó con Perón cuando se puso en contra a la cúpula mayor de la iglesia, la cual se alió con los militares y demás civiles para inaugurar la famosa “revolución liberadora” (o fusiladora, como bien ilustró Walsh en Operación Masacre).
A pesar de que muchos piensen que el catolicismo es algo “pasado de moda” y que no está para nada en consonancia con los tiempos que corren, es cierto que la iglesia, como institución material y hasta simbólica, sigue detentando un importante poder en nuestro país. Los líderes de la oposición bien saben esto, por lo que buscaron siempre en Bergoglio un aliado político en la guerra que hace años vienen intentando tener en contra de los gobiernos kirchneristas. Esto traduce en un: quienes celebraron la designación de Francisco I, no solo fueron los fieles incondicionales, sino también quienes vieron y ven en este hecho una buena carta para jugarle al gobierno nacional. De alguna forma, más de uno va a querer sacar provecho de que una figura tildada de opositora y tan importante como Bergoglio sea el nuevo papa.

Su relación con la dictadura

En 1986 el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Emilio Mignone publicó en el libro Iglesia y dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar que el entonces Superior Provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, Jorge Bergoglio, dejó sin protección al sacerdote Orlando Yorio, quien trabajaba en villas y quien fuera secuestrado durante cinco meses, en los que padeció vejaciones y torturas en la ESMA. Horacio Verbitsky, periodista de reconocida trayectoria y actual editorialista de Página 12, publicó en 2005 un libro llamado El Silencio, en el cual avala con testimonios lo escrito por Mignone veinte años atrás y agrega que Bergoglio fue clave también el secuestro de otro sacerdote llamado Francisco Jalics. En respuesta a estas acusaciones, el actual papa afirmó ante la justicia e inclusive en el libro El jesuita, conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio – escrito por los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti – que les había advertido a los sacerdotes del peligro que corrían pero que no le hicieron caso y que hizo lo que pudo con la poca “edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba para abogar por las personas secuestradas”. No existe ninguna causa judicial pendiente por este asunto, pero la controversia sigue viva y, hoy día, más vigente que nunca.

Bergoglio probablemente no sea un cura villero, pero tampoco esta probado que realmente haya sido cómplice directo de la dictadura militar del 76. Al parecer de este humilde servidor no es ni un santo ni un genocida, es un miembro más del clero y de la sociedad argentina, con sus intereses, ortodoxias y juegos de poder bien definidos. Que sea un buen o mal papa, es irrelevante mientras la iglesia siga mintiendo sus rígidos e inservibles parámetros de realidad social. Que sea un actor fundamental o no en las próximas elecciones legislativas y que le pueda llegar a “hacer el juego a la derecha” contra el gobierno de Cristina Kirchner, es algo que esta por verse.
Por ahora, todas son puras especulaciones y opiniones bien y malintencionadas.

1 comentario:

  1. Extrañaba tu prosa. Yéndose a un extremo y abonando la teoría conspirativa, el tuit de D'Elía suma al debate:
    "Franciso I es a América Latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Sovietica. El nuevo intento del imperio por destruir la unidad suramericana"
    Todavía no tomamos dimensión de lo que significó la muerte de Chávez. Europa y Estados Unidos deben haberse asombrado mucho con lo que fue la masividad de los que lo acompañaban. Me resulta demasiado llamativo que después de la muerte del líder más importante de latinoamérica se elija por primera vez en la historia a un Papa latinoamericano. Ya veremos cómo se comporta en lo discursivo. Un buen ejercicio serán las próximas legislativas, sabremos si hay algún tipo de especulación política con él y nos aclarará más el panorama.

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