miércoles, 26 de septiembre de 2012

La invención del terror


A pesar de no existir una definición precisa para determinar cuándo estamos hablando de terrorismo, lo cierto es que desde aquél día en el que dos aviones se estrellaron contras las torres gemelas se empezó a relacionar al término con todo lo proveniente de medio oriente. La Guerra Preventiva lanzada por la administración Bush, con el fin de encontrar a Bin Laden y de diezmar a los grupos y/o estados que ayudasen a los terroristas a concretar sus tareas, se tradujo en la invasión de Afganistán primero y después en la de Irak. Ni terroristas ni armas nucleares fueron halladas en suelo árabe: solo negociados con petróleo, imposición de nuevos gobiernos y un gran número de victimas civiles y ciudades destruidas.
La consecuencia de todo este proceso en el resto del globo fue la de reforzar no solo los controles fronterizos sino también los movimientos internos de las poblaciones. Distintos organismos internacionales, con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) a la cabeza, tomaron el ejemplo del FMI y del Banco Mundial y empezaron a presionar a los países para que acepten sus sugerencias. En este sentido, la Convención Interamericana contra el Terrorismo, celebrada unos meses después del atentado de las torres, instaba a todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) a sancionar leyes que combatieran al terrorismo desde lo financiero y lo organizacional.
Los pedidos del GAFI fueron cumplidos por Paraguay, Chile, Honduras y la Argentina. En nuestro caso se sancionaron en la última década cuatro normas referentes a la lucha contra el terrorismo. Las dos primeras, de marzo de 2005, convalidaron la mencionada Convención Interamericana y el Convenio Internacional para la Represión de la Financiacióndel Terrorismo, votado por la ONU en 1999. Las dos últimas, fechadas de Junio de 2007 y Diciembre de 2011 y ambas conocidas como “leyes anti-teroristas”, guardan estrecha relación entre si ya que aluden a la financiación del terrorismo, al lavado de activos, al contrabando de armas y estupefacientes y a la conformación de organizaciones ilícitas que tengan como fin “aterrorizar a la población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo”.
La controversia que se generó cuando se sancionaron las últimas dos leyes anti-terroristas es la que atraviesa a la cuestión aquí, en EE. UU. O en cualquier otra parte del globo: no queda claro a qué se le llama terrorista.
Basándonos en la concepción imperante del término, en la Argentina lo podemos vincular con el atentado contra la AMIA 18 años atrás y con el de la embajada de Israel en marzo de 1992, lo cual demuestra que legislación sancionada parece no obedecer a hechos concretos que se den o tiendan a darse con cierta continuidad. Más bien parecen tener que ver con algunas potestades que tuvieron que ceder éste y los demás gobiernos que tomaron este tipo de medidas para no recibir las sanciones de los principales organismos financieros que consistirían en tildar al país de poco confiable a la hora de recibir o realizar inversiones.
El aspecto más complejo de las leyes sancionadas en 2007 y 2012 en la Argentina es que su ambigüedad puede desembocar en que se criminalice cualquier tipo de protesta, lo cual fue el foco del debate mediático que se dio a principios de este año.
No queda claro si el terrorismo se reduce a una cuestión sectaria o con fines muy específicos como se da en los casos de la ETA o Al Qaeda, o si tiene que ver con manifestaciones políticas que cualquier persona pueda llegar a tomar frente a determinados hechos que considere como injusticias. La sanción, alentada por los Estados Unidos y sus organismos adictos, de este tipo de leyes en todo Latinoamérica da cuenta de ciertos aspectos a mejorar de cara a un futuro que busca la independencia de todo tipo de imposiciones provenientes desde “el norte”, cuyas consecuencias ya sabemos cuán nefastas pueden llegar a ser.


                                                                                                                                                                                                                                                                                          Publicado en Inconsciente Colectivo Nº 5, Septiembre 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario