domingo, 25 de noviembre de 2012

Héroes del Silencio/III

“Papas, porotos, zanahorias, cebolla, sal, pimienta y carnaza, con eso estamos” afirma doña Rosa, quien desde hace más de quince años es la cocinera oficial del barrio bonaerense La Margarita.
“Siempre trabaje por hora, en casas de gente que me iba conociendo gracias al boca en boca, pero con los años llegué a una edad en la que no podía limpiar ni hacer nada como antes”. Fue entonces cuando empezó a vivir íntegramente de la pensión que le había dejado su marido, a estar más cerca de la gente del barrio y a sentir más de cerca sus necesidades.
“Veía a los nenes que andaban siempre por ahí, callejeando todo el día. Después apareció el Paco y fue lo peor, entonces pensé que tenía que sacarlos de ahí a todos los que pudiera”. En su casa ubicada en las calles Esperanza y Quiroga, decidió abrir una especie de comedor en el que pudieran, en principio, almorzar los nenes y nenas de la zona.
Como en todo inicio desde cero, el camino no fue sencillo: “El primer tiempo me daban una mano el panadero y el carpintero del barrio con comida y algún que otro pesito, porque con mi pensión a penas me alcanzaba para vivir. Pero pudimos sacar adelante esto y así fue progresando”.
Los almuerzos empezaron a ser complementados con las meriendas y luego con las cenas. Todo eso gracias a la ayuda de los vecinos y vecinos de la zona y de algunas personas externas al barrio que se iban enterando de la existencia de este lugar que recientemente recibió el atinado nombre de “Pancitas felices”.
Doña Rosa besa su crucifijo y nos confiesa: “Lo mas importante para mi es que mis chiquitos tengan algo que comer, pero también que estén el mayor tiempo posible fuera de la calle…esa es mi misión en este mundo y doy gracias a Dios por permitirme hacerlo”.
- No queremos parecer impertinentes pero ¿hace mucho que renguea de esa pierna?
- Si mi cielo, hace años que vengo llevando esta enfermedad cuyo nombre ahora no me acuerdo.
- ¿Y no le conviene hacer reposo o delegar algunas tareas?
- Lo que me conviene es seguir andando, como pueda, este camino que me llena el alma y que hace que las enfermedades o cualquier otra cosa parezcan chiquitas. Eso, mis queridos jóvenes, eso es algo que no muchos entienden o que no quieren entender. Y así estamos.


                                                                                                                                   Publicado en Palabra Valija Nº 3, Octubre 2012.

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