Desde lo alto de los cielos,
O lo bajo del inframundo,
El señor todopoderoso castiga
Sin palo y sin rebenque,
Como si en la vida no existiese el perdón,
Como si en la muerte no fuese posible la
redención,
Azota porfiadamente a los blasfemos,
A los hijos del pecado,
Para infundir el ejemplo,
Para someter con el miedo,
Para no dejar lugar al azar,
Y envolver todo con el implacable manto de la
creencia,
Su sabiduría es eterna,
Su moral incorruptible,
Su mirada, omnipresente
Pero su existencia es ideal,
Construido a imagen y semejanza del hombre,
Depositario de los valores supremos,
No es más (ni menos) que el centinela al que
todos temen,
Hasta los mismos hombres que lo inventaron,
Hace varios siglos, llegó el día en el
que el invento aterrorizó al creador,
Y todos le hicieron caso,
Y todos desearon ser como él
Y todos dijeron...
Amén.
Amén.
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