Quizás el
colonialismo nos suena un tanto a antaño: pensamos en quién le dio su
nominación, Cristóbal Colon, en la conquista de América, y en los grandes
colonizadores como Hernán Cortes, Francisco Pizarro o Pedro de Valdivia;
pensamos en países de otros continentes que fueron sometidos históricamente por
las grandes potencias de turno; pensamos en una opresión que, técnicamente,
forma parte del pasado. Junto con el “imperialismo”, el “capitalismo”, o la
“revolución”, entre otras palabras fuertes, entra dentro de una categoría que, para el
común de la gente, pareciera tener que ver con una terminología pasada de moda.
De hecho, la
“omnipresente y omnipotente” Organización de las Naciones Unidas llevó a cabo hace
más de medio siglo la "Declaración sobre la Concesión de
Independencia a los Países y Pueblos Coloniales", la cual buscaba
poner fin al colonialismo en todos lados donde se estuviese dando, y en todas
las formas en las que se estuviese desarrollando.
Si suponemos que la de la ONU es palabra santa, no deberíamos estar
hablando hoy día de algo que pareciera ser tan antiguo como el colonialismo. Pero
como parece demostrar la historia, lejos queda la teoría de la práctica en lo
que respecta a las resoluciones y disposiciones de la ONU y todos sus comités y
organismos asociados. El caso de Malvinas resulta ejemplar en este sentido:
desde 1966 se viene dando un intercambio público de declaraciones entre la
Argentina y el Reino Unido con respecto a la soberanía de las islas, sin
resultados concretos hasta la fecha.
Al cumplirse
30 años de la nefasta guerra que tuvo lugar allí, la cuestión de la soberanía
de las islas que se sitúan geográficamente a 925 Km . De Comodo Rivadavia,
provincia de Chubut, es un tema que hoy día tiene más vigencia que nunca.
Cuando nos
liberamos del colonialismo español, las Malvinas no pasaron a ser
automáticamente argentinas, sino que se convirtieron en integrantes del
Virreinato del Río de la Plata ,
es decir, parte también de los actuales Uruguay, Bolivia, Brasil, Chile,
Paraguay y Perú. Con esto no quiero decir que las Malvinas no sean argentinas, sino
que forman parte de algo más grande.
Como venimos
redescubriendo desde hace más de una década, los países sudamericanos no
constituimos bloques aislados y autónomos respecto al resto, sino que formamos
parte de una comunidad que, después de siglos de opresión y lucha, se presenta
como más unida y más fuerte que nunca. Patria
Grande, Unidad Latinoamericana, es el nombre que lleva este proceso de progresiva
solidaridad y alianza socio-político-económica entre los países de la región.
Las Malvinas
son argentinas, y por tanto, son latinoamericanas. Esto no lo decimos “nosotros, los argentinos”, sino que gran
parte de los países de la región (englobados principalmente en la Unasur) han
demostrado recientemente su incondicional apoyo a la Argentina en su justo
reclamo de soberanía.
En este
histórico reclamo ya no estamos liderados por un militar incompetente y
borracho con aires de mesianismo, sino que contamos con el expreso apoyo de
gran parte del continente. Como tantas otras, el caso Malvinas es una cuestión
de interés continental, al menos hasta el límite del Río Bravo en Méjico.
Con un
primer ministro porfiado y poco predispuesto al diálogo, aunque no tan de
hierro como la Dama ,
Inglaterra hace caso omiso al reclamo. Ante la incesante propuesta de dialogo
por parte de la Argentina, liderada en los últimos meses por el canciller
Timerman, el gobierno ingles, como ha hecho a lo largo de todas las etapas de
la cuestión, se muestra inflexible en su posición anti-negociadora.
El reclamo por la soberanía de las islas data del siglo XIX,
de los años posteriores a la ocupación inglesa (1833), y fue dejado en un
segundo plano durante varios años debido a las relaciones comerciales entre
ambos países (el modelo agro-exportador, la Argentina como el granero del mundo
y la mar en coche).
Ahora bien,
quien preste un poco, solo un poco, de atención a la historia podrá darse
cuenta de que Inglaterra, englobada en el Reino Unido, no se trató ni se trata
de un país que se conforma solamente con la posesión de las tierras que
constituyen su territorio geográfico. La expansión británica, impulsada por la
famosa Revolución Industrial generó que durante todo el siglo XIX y parte del
siglo XX, la economía y la cultura anglosajona penetren en los más recónditos
lugares del globo. Desde Sudáfrica hasta la India , pasando por Nueva Zelanda y Malasia,
Inglaterra se convirtió en la potencia dominante e incuestionable del momento.
Así como
sucedió desde el siglo XVII en los actuales Estados Unidos y en la actual
Centroamérica, a principios del siglo XIX la potencia británica intentó
desembarcar en las costas sudamericanas a través de las llamadas “invasiones
inglesas”, las cuales pudieron ser combatidas y derrotadas oportunamente por
las fuerzas locales. Las relaciones carnales/comerciales con los gobiernos
argentinos comenzaron en la década del veinte gracias a un Rivadavia que,
fascinado con el progreso europeo, dio el visto bueno para la entrada del
capital inglés a través de un empréstito contraído con la financiera Baring Brothers.
Estas relaciones comerciales con la metrópoli anglosajona se mantuvieron firmes
durante más de un siglo, por lo que el reclamo de soberanía fue reavivado y
oficializado recién después de la segunda guerra mundial.
Desde
entonces las idas y vueltas se volvieron interminables, pero siempre terminando
en la nada. El revitalizado reclamo por parte del gobierno argentino en los
ultimes meses, no hizo más que dar cuenta de que la postura inglesa se mantiene
y piensa seguir manteniéndose rígida y antidialógica. Las declaraciones y el
accionar de Cameron reflejan perfectamente ese conservadurismo acérrimo que
caracterizó a la Tratcher y a todos sus predecesores.
A pesar de
que quieran imponer el miedo con sus grandes barcos y sus tecnológicos
armamentos, el reclamo por la soberanía no puede dar marcha atrás. Por más que
argumenten que los Kelpers deben elegir quien los gobierne, es imposible pensar
en el derecho a la autodeterminación de un pueblo que no solamente fue
implantado como consecuencia de una invasión, sino que habita las islas por
temporadas, siendo una constante el desplazamiento de individuos desde
Inglaterra hasta allí.
No es
casualidad que de los 16 territorios declarados como “no autónomos” por la ONU , Inglaterra maneje la
administración de 10. Es evidente que pretenden continuar con su política
colonialista, y no se ven en el horizonte intenciones de dejar de hacerlo. En
cualquier parte de cualquier continente no debe permitirse que se siga dando
semejante anacronismo.
Hay vastas
tierras que habitar e innumerables recursos por utilizar, pero quien tiene que
hacerlo no debe ser una potencia que busca adueñarse, saquearla y explotarla en
beneficio propio.
Las Malvinas
son genuinamente parte de la Republica
Argentina , y como tal, parte de nosotros. Por esta razón, no
debemos bajar los brazos en esta lucha contra los vestigios colonialistas. Esta
lucha nació de nosotros, los argentinos, pero debe ser dada por todos nosotros,
los latinoamericanos.
Publicado en
Inconsciente Colectivo Nº 1, Mayo 2012.
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